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La Real Casa de la Moneda de Sevilla era el centro neurálgico donde se fundía el oro y la plata llegados de América y se acuñaban los marcos y doblones que sostuvieron la economía europea desde el siglo XVI, época de conquistadores del Nuevo Mundo.

Fue una de las siete cecas principales de Castilla autorizadas por los Reyes Católicos para continuar con su función tras 1497. Ocupaba un lugar privilegiado: en la entrada de la ciudad, próxima al puerto de Sevilla.

Orígenes[]

El lugar en el que se sitúa la Casa de la Moneda era, en época de Al-Andalus, un Palacio musulmán. A su alrededor se construyó una muralla que aún sigue estando presente en algunas zonas de Sevilla.

En el siglo XIII se dispuso un barrio de casas con corral por las que pasaba un acueducto romano. Fue allí donde Alfonso X ordenó que se manufacturasen las monedas predominantes en la Castilla del momento (pipiones y maravedís burgaleses). Esto hizo que los gremios de herreros y monederos establecieran sus viviendas en la zona y se crearan las primeras fábricas de monedas a sus alrededores.

La Casa de la Moneda se situaba entre la Torre del Oro y la de la Plata. Una de las grandes ventajas de esta localización es que estaba muy cerca del puerto, concretamente entre los muelles y la Casa de la Contratación. Esto permitía que se pudiera realizar fácilmente la supervisión de mercancías.

La Casa de la Moneda y los ocho reales y medio, la moneda que se acuñaba en esta fábrica, fueron referentes del comercio mundial. De hecho, en su momento de pleno apogeo trabajaron allí más de 200 empleados, que se encargaban de alimentar los hornos y tener en funcionamiento la fundición de metales preciosos y la ceca.

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