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La moda española vivió su momento de mayor esplendor durante el siglo XVI. Bajo el reinado de Felipe II, la Corona de Castilla fue el centro comercial, cultural y también moderno, de Europa. Su fuerte poder territorial, político y económico, determinó su influencia en las cortes europeas. La extravagante y colorida influencia de Alemania de principios del siglo XVI se vió desplazada por una los trajes oscuros propios de la monarquía de los Austrias. Influencia que comenzó a apagarse años después, durante el mandato de Felipe III.

Moda femenina[]

La moda cortesana femenina fue imitada no solo por las mujeres más poderosas, sino por una gran parte de las clases populares, las mujeres llamadas pecheras. El vestido a la moda cortesana se caracterizaba por llevar siempre tres elementos que contribuían a dar su peculiar carácter al estilo español: el cartón del pecho, el verdugado y los chapines. El cartón de pecho, considerado como el embrión del corsé, alisaba y daba tiesura al talle. Su función era modelar el torso femenino. El verdugado, armado con aros llamados verdugos, lograba la forma acampanada de la falda. Los chapines o gorgueras eran un calzado caracterizado por sus altas suelas de corcho y los cuellos de lechuguilla.

La camisa era la prenda interior y la primera que se ponía sobre el cuerpo desnudo. Tuvo un especial protagonismo en los ajuares femeninos, tanto por su hechura como por sus elementos decorativos (abundaban las bordadas con hilo de seda, plata y oro).

Las piernas se cubrían con las calzas de seda o de punto, precursores de las medias. Sobre la camisa, se podía poner una falda llamada faldellín o manteo, que formaba parte de lo que en el vestuario femenino se llamaba “los bajos”. Siempre estaba oculto por otras prendas. Se usaban también corpiños interiores forrados de cuero, tablillas y cartones par mantener el torso rígido.

Sobre estas prendas las mujeres podían llevar un vestido compuesto de una falda llamada basquiña, y un jubón o un cuerpo. La falda, llamada en estos tiempos “basquiña”, se ahuecaba con el verdugado. Este artilugio cuyo origen se encuentra en la Corte de los Reyes Católicos consistía en una falda interior armada con unos aros de mimbre, llamados verdugos. Los jubones son prendas ajustadas que rematan en un pronunciado pico en el delantero y llevan mangas estrechas. En cambio, los cuerpos suelen ser prendas escotadas y sin mangas.

Junto a estos vestidos, la principal prenda del vestuario de una dama era la saya entera o saya grande. Se vestía en las grandes ocasiones y en las que el rango de la dama debía quedar expresado por el vestido. Se componían de un jubón y una basquiña con cola y las formas más espectaculares se reservaba a las mangas, que podían ser “redondas” o “mangas de punta”. Ambas necesitaban de unas “manguillas” para que los brazos quedaran cubiertos, pues ninguna de las dos mangas las tapaban totalmente.

Sobre estos vestidos se colocaban la ropa y la galerilla. Ambas prendas estaban abiertas por delante, dejando ver siempre las prendas de debajo. La ropa tuvo mucho éxito entre las mujeres de diversa condición. Era una prenda holgada, abierta por delante de arriba abajo y cortados de una pieza los delanteros y las espaldas. La diferencia entre la ropa y la galerilla es que esta última era más ajustada al cuerpo y con un cuello que se llevaba levantado por detrás.

Para salir a la calle, las mujeres llevaban un gran manto envolvente que sobrepasaba su altura y solía llevar pliegues en la espalda para que no se arrastraran por el suelo. Otros más cortos recibían los nombres de rebociños o mantillos. Los mantos se hacían con diferentes materiales, algunos con tejidos tan finos que se ponía la tela doble o tan trasparentes que recibían el nombre de mantos de gloria, de soplillo, etc.

En cuanto al calzado, los chapines con gruesas suelas de corcho extraordinariamente altas fueron el más típico calzado de las españolas. Los usaron a lo largo de varios siglos y fueron adoptados por otros países, pero donde alcanzaron gran fama fue en Venecia.

La faltriquera, faldriquera o faldiquera (o talega) es una pequeña prenda de tela con forma rectangular y con una abertura, normalmente hecha a mano. Las mujeres lo colocaban bajo el delantal o bajo la falda en el lateral derecho o izquierdo por encima de la basquiña. Las más elaboradas se fabricaban de cuero, hilo metálico, entorchado dorado, lámina metálica, bordado manual, seda y pasamanería.

Moda masculina[]

Las principales prendas del atuendo masculino eran las calzas y el jubón, que se vestía sobre la camisa y cubría la mitad del cuerpo hasta la cintura. Las calzas y las medias vestían al hombre de la cintura a los pies. De estas prendas, las calzas fueron las que sufrieron mayores transformaciones y a lo largo de su historia –estuvieron de moda cerca de ochenta años- variaron tanto de longitud como de volumen.

El cuello por excelencia del traje a la moda fue el de lechuguilla. Aunque no fue invención española, sí fue la monarquía hispánica quien lo hizo universal, pasando a ser uno de los rasgos más llamativos de la moda del Seiscientos. Se hacían de tela fina (holanda), se almidonaban, se les daba forma con un hierro caliente y se tenían ligeramente de azul con unos polvos muy costosos que venían de las colonias de ultramar.

Como prendas “de encima” o de abrigo, los españoles sustituyeron las holgadas ropas de la primera mitad de siglo por prendas cortas, sin mangas o con ellas, que se llevaban sobre los hombros y dejaban al descubierto las piernas.

Respecto a los tocados, los dos más importantes fueron la gorra y el sombrero. La gorra fundamentalmente decorativa, fue cambiando a lo largo de la segunda mitad del siglo. Empezó con la copa aplastada y fruncida en la base, pero poco a poco fue ganando en altura, hasta convertirse en una gorra de copa alta y cilíndrica. Algunas, siguiendo una expresión de la época, iban aderezadas con penachos de plumas o piezas de joyería.

En cuanto al calzado, las botas y zapatos compartían protagonismo con los borceguíes. Estos últimos de origen morisco, se pueden considerar el calzado más típico de los jinetes españoles. Cubrían las piernas hasta la rodilla y eran de una piel muy flexible. Eran muy apreciados por los más poderosos y ocuparon un lugar destacado en los guardarropas masculinos de los monarcas españoles.

Referencias[]

Museo del traje - Jubón del siglo XVII Por Amalia Descalzo.

http://www.mecd.gob.es/mtraje/dms/museos/mtraje/biblioteca/publicaciones/publicaciones-periodicas/modelo-mes/ediciones-anteriores/2004/10-2004-pieza/10-2004%20pieza.pdf

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